8 de marzo: día internacional de la mujer, es indudablemente el día en el que las lagrimas nublan nuestros ojos, reconociendo la lucha de todas aquellas mujeres que por años han dedicado su vida a hacer posible lo que se creía imposible, da gusto ver como niñas y mujeres visten como quieran, practican cualquier deporte, lideran procesos sociales, políticos, son científicas, artistas y jefes.
Sin embargo, nuestra lucha sigue siendo el reconocimiento de la igualdad de género como un acto cultural, natural y consciente. Aún vivimos con miedo de actuar de manera incorrecta para evitar que no nos violen, nos maten o desprestigien nuestras acciones; la historia de las mujeres es una cadena de normas, de controles donde, al final, se busca que la presencia de nosotras sea plácida, cómoda, callada y complaciente.
En Colombia ser una persona joven, de izquierda, activista y de clase trabajadora es todo un tema, pero, si a eso le agregamos ser política, entonces todo se convierte en un perfecto escenario donde la imaginación cotidiana de conductas, explicaciones y lineamientos concebidos desde el control de mando del hombre, incomoda el entramado cultural del país.
En mi ejercicio como concejal y política, he sido consiente de que las mujeres que ocupamos un rol de liderazgo debemos tener cierta masculinidad en nuestra imagen para que nos tengan en cuenta o nos traten con respeto: hablar duro, ser más fuerte, estudiar el doble, imponer; en palabras de Vanessa Rosales “ser mujer y tener voz es uno de los actos más profundamente políticos que existen” (Rosales, 2021), y en este apartado me refiero a tener una voz dentro de una agenda política que ha sido condicionada históricamente por hombres y, en la cual, nuestras demandas son minimizadas, menospreciadas o poco importantes, según muchos “porque ya tenemos los suficientes derechos”.
Pero, específicamente el rol de la mujer en la política no es nada fácil, para ejercer nuestro derecho político se necesitan tres recursos: el prestigio, la reputación y la confianza; una de las formas habituales de violencia que recibimos las mujeres en este escenario es el ataque a la reputación, por ser mujer, por ejemplo, lo importante no son las alianzas políticas sino también las relaciones personales, y, siempre que juntan esas dos cosas, las mujeres perdemos capacidad de agencia, lo que cuestiona, aún más, lo verdaderamente importante cuando de una mujer se trata.
No voy a negar que la lucha de mujeres en la historia ha llevado a que los imaginarios y las prácticas en el campo político hayan cambiando a ser un poco menos machistas y misóginas, sin embargo, aún en estos escenarios somos víctimas de todo tipo de violencias, desde las más evidentes que toman forma de agresiones físicas, hasta las más revictimizantes en nuestra cotidianidad. Las mujeres cada vez más adquirimos relevancia y generamos incomodidad y esto conlleva a que cada vez más corrijan nuestra transgresión a través del desprestigio.
La mujer política hoy tiene miles de retos, nuestra necesidad de transformar el sistema para que sea más justo, equitativo e igualitario, es una lucha que damos cada día en cada uno de nuestras actuaciones y discursos. El 8M seguirá siendo la conmemoración a nuestra lucha para una vida participativa, libre de violencia, desprestigio, ataques personales por el simple hecho de ser mujer, y, sobre todo, una vida digna, igualitaria y equitativa en un sistema machista y desconcertante en su limitantes políticos.
Comúnmente las discusiones políticas no se basan en lo verdaderamente importante cuando quien lidera es una mujer, (sin decir lesbiana, trans, negra o grupos minoritarios), si, claramente el reconocimiento de derechos constitucionales es un gran logro, pero sigue siendo un techo de cristal hasta que exista una verdadera conciencia de género: reconocer al otro por ser humano, y, me atrevería a decir que uno de los retos más importantes en el escenario político es generar esta conciencia.
En un mundo que no ha sido diseñado para nosotras, debemos continuar en la construcción del camino para que al fin podamos liderar por sombras propias, por agendas de genero y de igualdad, y por una cultura consciente y dignificante.
Danna Hernández
Concejal de Madrid Cundinamarca
Danna Hernández
Concejal de Madrid Cundinamarca