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Zoópolis es la propuesta que añadimos al proyecto del Plan de Ordenamiento Territorial (POT), que está estudiando el Concejo de Bogotá

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Andrea Padilla Villarraga

Concejala de Bogotá
Líderes Verdes


Zoópolis es la propuesta que añadimos al proyecto del Plan de Ordenamiento Territorial (POT), que está estudiando el Concejo de Bogotá, para incluir acciones que protejan a los animales.

 

 

¿Qué tal si diseñáramos ciudades donde los animales –los que caminan, los que vuelan, los que reptan, los que trepan, los que nadan, los que se esconden, los que hurgan, los que salen al paso y los que están de paso– pudieran vivir seguros y florecer?
 
¿Qué tal si en el proceso de planear nuestro hábitat pensáramos, también, en los animales que necesitan oscuridad para anidar, en los que no saben de espejismos y se estrellan durante el vuelo, en los que necesitan cruzar calles porque hemos partido en dos su hogar, en los que de noche no ven o se enceguecen con las luces de los automóviles, en los que necesitan descansar, en los que se desplazan a través de los árboles, en los que prefieren no ser vistos, en los que huyen ante nuestro encuentro y en los que corren a nuestro encuentro, en los desplazados, en los que cada vez son más, o en las que buscan un lugar donde parir y amamantar?
 
¿Qué tal si asumiéramos que no somos nosotros los únicos animales que habitan la ciudad –es más, que nosotros llegamos luego– y fuéramos responsables, humildes y generosos para tener en cuenta los intereses de los otros animales cuya falta de lenguaje articulado no les permite participar?
 
Zoópolis es la propuesta que añadimos al proyecto del Plan de Ordenamiento Territorial (POT), que está estudiando el Concejo de Bogotá, para incluir acciones que protejan a los animales. Este documento reivindica la idea de que ellos también tienen derecho a la ciudad, que “es el derecho de todos los habitantes a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar ciudades, pueblos y asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos, definidos como bienes comunes para una vida digna (…)” (ONU-Hábitat, 2020).
 
¿Acaso los animales no habitan, utilizan, ocupan, producen, transforman y disfrutan los territorios? ¿O es que los beneficios de la inclusión, la seguridad y la sostenibilidad son exclusivamente nuestros? No; como tampoco lo es la dignidad, pues todos los animales buscamos florecer llevando satisfacciones a nuestras vidas, realizando nuestro propio bien. Por eso en el proyecto del POT incluimos un nuevo principio rector del ordenamiento, que es el de reconocer a los animales como sujetos de cuidado y actores interesados en la organización del territorio. De él se desprenden medidas y estrategias como:
 
  • La adecuación de corredores verdes y bosques urbanos, y la protección de humedales y ecosistemas como espacios que albergan animales;
 
  • El buen manejo de la luminaria pública para reducir sus impactos sobre las aves y otros animales de la fauna silvestre;
 
  • La prohibición del uso de vidrios efecto espejo para reducir la accidentalidad de las aves en construcciones vecinas a áreas de la estructura ecológica principal;
 
  • La inclusión de los equipamientos de cuidado animal (albergues, clínicas veterinarias, centros de fauna silvestre y doméstica, y estructuras temporales para animales comunitarios y sinantrópicos) dentro del sistema de cuidado;
 
  • La posibilidad de que las entidades distritales, en alianza con la comunidad, puedan habilitar instalaciones para albergar transitoriamente a animales comunitarios;
 
  • La prohibición de usar barreras antiperchamiento que lesionen a las palomas;
 
  • La instalación de señales, reductores de velocidad y pasos de fauna para proteger a los animales de accidentes viales;
 
  • La inclusión de los animales en la política de protección a moradores (procesos de reasentamiento, gestión predial y renovación urbana);
 
  • La instalación de mobiliario para animales de compañía en espacios públicos de encuentro;
 
  • La prohibición de que en parques se realicen actividades de maltrato animal, como peleas de gallos, y se instalen nuevas plazas de toros fijas o temporales;
 
  • El freno al avance de la frontera agropecuaria en áreas de importancia ambiental;
 
  • La habilitación de puntos de hidratación y descanso para los animales usados como medio de trabajo en la ruralidad;
 
  • La restricción al comercio de animales vivos, mediante la delimitación de zonas ya consolidadas (no expansión de la actividad);
 
  • La inclusión del enfoque de protección animal en los municipios de la Región Metropolitana.
Es probable que la sola idea de una zoópolis incomode a pudorosos antropocentristas, o a quienes piensan que en la planeación de una ciudad solo importan la norma urbana, la vivienda, la infraestructura, el desarrollo comercial, y, acaso, llegan a aceptar que los árboles, el agua y los cerros son importantes porque de ellos depende la vida humana. Yo, en cambio, creo que el desafío está en construir una ciudad donde todos los animales podamos florecer, aunque eso implique renunciar a una cierta idea de la prosperidad.
 
Zoópolis llegará manos de todos los alcaldes del país.
 
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