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Las apuestas de quienes nacimos después

Esta es la historia de las y los jóvenes hijos del departamento del Caquetá, quienes vieron su infancia afectada por los confusos disparos sin sentido en horas de la madrugada, clases canceladas sin justificación, docentes y familiares desaparecidos, esconderse cada que pasaba un helicóptero, miedos desarrollados para adaptarse a la situación, e incluso, aquellos que fueron víctimas del reclutamiento armado y, hasta el día de hoy, no se cuenta con información sobre su paradero, de igual manera, existe la historia de quienes experimentamos estos acontecimientos desde el vientre de nuestras madres, aquellos que desde nuestra etapa de gestación recepcionamos los hechos de conflicto que sucedían a nuestro alrededor, los cuales, se quedaron en nuestro subconsciente y que ahora nos llaman a pedir justicia y reparación por quienes fuimos invisibilizados por la época oscura de guerra de nuestro país.

Esta es la historia de vida de Luisa, joven afro del municipio de Florencia, quien con tan solo 23 años es coordinadora de la Mesa de Participación Efectiva para las Víctimas. Luisa es víctima indirecta del conflicto armado, cuando tan solo tenía cinco meses dentro del vientre de su madre, su familia fue desplazada de Bututo, Putumayo, ubicado al borde del río Caquetá; acontecimiento que le negó la oportunidad de nacer en su territorio, conocer sus raíces, la enfrentó a tener bajas probabilidades de nacer debido a los riesgos a los que se enfrentaba su madre mediante la búsqueda de un lugar seguro para vivir y, por supuesto, desprenderse del hogar que sus padres habían trabajado para ella. Es así como llegó a Florencia, Caquetá, donde se convirtió en una hija más de la guerra y del departamento.

Durante su crecimiento, Luisa descubrió su historia y con el ejemplo de su madre comenzó a trabajar día a día para representar esos grupos poblacionales que en varias ocasiones no son tenidos en cuenta para el desarrollo de una sociedad, en palabras de ella misma, llegó a “(…) conocer el proceso, aprender y formarme en este tema de víctimas, con mi único objetivo de ser la voz de los niños, niñas y jóvenes que no tienen voz”.

No obstante, llegar a ocupar espacios de participación tiene un mayor nivel de dificultad cuando se es joven, mujer y, además, étnica.  Estos espacios de participación a pesar de estar conformados por representaciones de diferentes sectores poblacionales que tienen en común el abandono del estado, no excluye la posibilidad de generar revictimización dentro de estos mismos, es por esto, que se vuelve necesario continuar nutriendo estos espacios con voces nuevas, por lo cual, hoy en día, poco a poco, son más los jóvenes como Luisa que se avientan a estos espacios, son más los que deciden adueñarse de su historia y abanderar las rutas del cambio sin importar los señalamientos de aquellas personas que consideran que los jóvenes no tenemos la capacidad de liderar acciones.

Actualmente las y los jóvenes del Caquetá somos quienes estamos trabajando por construirle una nueva historia a nuestro departamento, por supuesto sin olvidar los relatos y las historias de aquella época que nos envolvió a todos en un mismo desastre: el conflicto armado. Ahora, las apuestas van dirigidas a organizar y trabajar en conjunto con las juventudes reconocidas y las que no lo están ante la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, llevando su proceso de registro, para de esta forma dar a conocer todos los beneficios que se enmarcan en la ley 1448 de 2011 y que en muchas ocasiones no conocemos, factor que nos impide acceder a las garantías que tenemos como víctimas.
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